Leer el aire. La inmensidad de una noche. La selva en la ciudad. La eternidad en un cuarto propio. El canto de los pájaros en el crepúsculo. Se lee en el viento, a la intemperie, en la tormenta, en el desierto, en la fogata. Los signos del camino, la posición de las estrellas, los gestos del tirano. Siempre se lee. Nos pueden quitar todo. Seguiremos leyendo.
Leer atentos a lo que pasa por detrás, a lo que va más allá del relato. Una manera de hacer que aparezca lo invisible.
Leer para realizar el sueño de habitar un espacio distinto. Para irse. Aunque de algún modo todo el tiempo, todos, cada uno, habitamos un espacio diferente. El espacio de la historia que nos estamos contando. El del recorte, voluntario o no, que nos hacemos de lo que vamos viviendo. Siempre vemos lo que sabemos. Aunque lo tengamos frente a los ojos, lo que desconocemos, se nos hace invisible, hasta que alguien lo señala, con una palabra o con una imagen y ahí aparece.
Percibimos sin pensarlo la belleza de la vida, el misterio, la poesía; o los intuímos. Pero recién cuando son nombrados de algún modo, se convierten realmente en experiencia.
Después de leer habitan en mí las voces de aquellos otros que han dicho, escrito, pintado.
Lo que uno lee le da forma al espacio que habita. Leer en voz alta, leer con otrxs. Darle forma a la nuevo. Volver a hacer comunidad.
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Esta obra se mostró en el marco de La gran Paternal 13 acompañada por las obras y participaciones de artistas amigos:
Artistas invitadas: Fernanda Rodrigo, Florencia Walfisch
“Diálogo performático con las obras expuestas” Rafael Benvenuti, Ceci Notta, Libertad Celia Tabó.
“Lecturas en voz alta” Ana Amorosino, Mirtha Bermegui
Lectora invitada: Laura Haimovichi
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Estas son algunas de las lecturas que compartimos algunos fragmentos esos días:
- Contar es escuchar – Ursula K. Le Guin
- Las olas – Virginia Woolf
- El lector haciéndose cargo del texto – Georges Perec
- Leer no es solo leer un texto – Georges Perec
- La teoría de la bolsa de la ficción – Ursula Le Guin
- Sombras sobre vidrio esmerilado Juan Jose Saer
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Leer es un acto. Quisiera hablar de este acto, y sólo de este acto, de aquello que lo constituye, de aquello que lo rodea.
Leer no es sólo leer un texto, descifrar signos, recorrer líneas, explorar páginas, atravesar un sentido; no es sólo la comunión abstracta entre autor y lector, la boda mística de la Idea y el Oído. Es, al mismo tiempo, el ruido del metro, o el bamboleo de un vagón de ferrocarril, o el calor del sol en una playa y los niños que juegan un poco más lejos, o la sensación del agua caliente en la bañera, o la espera del sueño.
Hace varios años yo cenaba con unos amigos en un pequeño restaurante (entrada, plato del día, queso o postre); en otra mesa cenaba un filósofo que ya gozaba de justa reputación; cenaba solo, leyendo un texto mimeografiado que seguramente era una tesis. Leía entre un plato y otro, y a menudo entre un bocado y otro, y mis amigos y yo nos preguntamos cuál sería el efecto de esa doble actividad, cómo se mezclaban ambas, qué sabor tenían las palabras y qué sentido tenía el queso: un bocado, un concepto, un bocado, un concepto. . . ¿Cómo se masticaba un concepto, cómo se tragaba, cómo se digería? ¿Y cómo dar cuenta del efecto de este doble alimento, cómo describirlo, cómo mensurarlo?
fragmentos de Pensar/clasificar de George Perec